miércoles, 13 de agosto de 2008

Crea...

Michi, o Micci para las amigas, me ha mandado algo que "necesito" publicar... Micci es uno de los pocos rumaníacos que saben que lo son. Allá va:

¿Alguna vez has tenido la sensación de que estás escribiendo algo que sólo tú puedes comprender en su completa profundidad? Yo no.
¿Qué tal? ¿Sigue Londres de pie? ¿Sigues oyendo las voces en tu cabeza? Esas que te dicen: Esta ciudad no tiene principio ni fin...este país no lo controlan los poderosos Voices in my head!!!!
Ponte auriculares para seguir leyendo: street spirit, the bends, radiohead...Concéntrate en el más profundo de los pensamientos que te pertenecen y ponte a escribir...puedes cambiar el mundo, está en tu mano...y en su prolongación. Coge un boli, respira, convoca a tu inteligencia. Proclama el estado de rebeldía, pon al frente a tu voluntad. Olvida lo que hasta ahora, durante toda tu vida has tenido como elemental. Olvida que no eres la primera persona en este mundo redondo que gira, olvida que no es hoy el primero de tus días. ¡Crea!
Hazlo sin preguntarte por nada más que cúal será la mejor opción para plasmar en el papel. Y ni siquiera...déjale a él que decida. A Tom. Que grite exactamente en el momento adecuado lo que necesites. Que te oriente en esta especie de oscuridad que es el talento. Solo él lo consigue.
Es el don de pocos. Un don muy preciado. Poder en tu mano. Está dominado. Poder observar e imaginar, recordar para magnificar. No importa qué, sino cómo. Lo insípido no depende de nada más que de quién lo prueba. Crea tu y sobre todo: Crea Usted. No existen colores ahí fuera sino talento que los proyecta.
Utiliza la música, el instrumento que quien nos crea, nos da para volar y alejarnos del mundo. La música distingue los momentos. Les da otra dimensión. Es como el amor. Ambos son capaces como nadie ni nada de hacer a los talentosos llegar a niveles de sensibilidad inalcanzables.
Crea!

jueves, 7 de agosto de 2008

¡Rumaníacos al poder!

En una conversación entre habitaciones, un amigo me reveló a palabra: rumaníacos; Aunque vosotros no lo veáis, mi ordenador acaba de marcar la palabra como incorrecta. En aquella circunstancia, los rumaníacos no eran más que los habitantes de Rumanía, lo cual me dejó pensativo. ¿Rumaníacos son los habitantes de Rumanía?: el destino no podía ser más cruel. No puede ser que un pueblo tan ilustre vaya enseñando al mundo hispano-parlante su gentilicio, como queriendo decir que uno de los mayores atractivos turísticos de Rumanía fuera su extraordinario sentido del humor. Así que me puse a pensar: Ru-manía, que se puede traducir como "adicción al ru". Pero el "ru" me sonó tan ludópata que lo deseché.

En Sudamérica, ruma se traduce como "montón de cosas puestas unas sobre otras". Este me gustó más. Si no he entendido mal, estas "cosas puestas unas sobre otras" lleva implícito un brillo de inutilidad, de nihilismo; son como esas cosas que guardamos en un cajón año tras año, como para que se las lleven los trasgos y dejen en su sitio lo que no quisiéramos que se llevasen: mini-primers, limusinas, botes de ketchup, etc. Y pensaba para mí, en un continuo festival de cachabazos a la trascendencia: el hiperconsumismo, el constructivismo, el café de las once, el partido de fútbol, ese continuo vivir para lo inerte que tantas veces nos ahoga, nos dirige de bruces contra el calificativo: somos todos una panda de rumaníacos, y quien pensó lo contrario construyó la destrucción.

A pesar de todo, así lo declaro: soy rumaníaco, porque la ruma compone la filosofía (lo siento: también soy inductivista), porque la ruma nos saca a bailar en cada segundo que muere, porque ella vacía cada segundo de su propia efervescencia y lo convierte en un delirio de eternidad que, si no somos capaces de trascender, se puede convertir en éter, en nada.