martes, 30 de diciembre de 2008

Clips

A Magic, con latido.


Un clip no es un clip. Un clip dejará de serlo tras estos garabatos en dirección contraria. Si aún quieres ser de los que piensan que un clip es una de esas autopistas metálicas que abrazan –como un prendedor– los cabellos que se te caen con cada página que escribes, no sigas leyendo; pues ya nunca volverá ese pequeño alambre extraño, plateado o de colores despistadamente infantiles, que apretuja las orejas de las hojas una contra otra, prestando al conjunto unas pretendidas pretensiones. Si quieres que deje de ser esa pinza-niña caprichosa que, de tanto darse vueltas, impide que tus pensamientos vuelen, subidos a páginas libres, por favor: no sigas.

Los síntomas de esta curiosa enfermedad son sencillos: casi siempre sucede en la calle; el paseo hacia el trabajo, para respirar aposta, o para comprar unos profiteroles (y comerte alguno por el camino) para tu tiíta enferma, son motivo suficiente para que un clip deje de ser un clip. Es ahí, cuando vas camino de algo que te han dicho que se llama alguna parte cuando, sin quererlo, sin que salieses para eso, en los dibujos que adornan los adoquines, o entre dos grietas de cualquier pedazo de asfalto, aparece un clip huérfano, como un viejo amigo con quien no acabaron bien las cosas. Y te das cuenta: «Anda, un clip…». Ya estás contagiado. No hay vuelta atrás. Ahora, cada vez que no lo intentes aparecerá un clip, y te saludará en una sonrisa apretada, levantando un poco las cejas. Con tu burocracia mental tratarás de volver desesperadamente a tu colección de mariposas azules en tubos de ensayo; al consuelo que necesita tu edad cansada; a los lunes, la ergonomía y los papeles; a la razón que tiene tu mujer cuando dice que te sobran unos kilos, o que en los baremos de humor que maneja tu suegra, el regalo que le hiciste no era gracioso… Pero será imposible: ha pasado un clip, y lo has visto.

Antes de que intentes recordar la dirección de aquel compañero de instituto, ahora psiquiatra, te ofrezco otra solución. No te agobies: es una cura sin resquemor. Como bien dices, es sólo un clip “inoportuno”, pero si sabes ver más allá, no será una patología que ofusque tu inteligencia y dé sustento a curanderos mentales. Será como oler el guiso de la abuela, y comértelo frente a su mirada sonriente y rugosa; o un cómplice entre la ausencia de saludos que la ciudad impuso como primera ley; un libro de tu misma colección; una ignorancia trocada en magia. Sigue sus cerradas curvas desde fuera hasta dentro, y respira: ¿Por qué tan mal, tan sordo, tan no sé, tan amorfo y feo?; el clip está ahí para responderte, con su larga nariz de porra, y pintar de tu color favorito esa mañana, ese día que quien diseñó los calendarios quiso tozudamente pintar de negro.

jueves, 27 de noviembre de 2008

La opulencia verde de la coma (de cómo el autor busca refugio en ella)


La coma(coma) es un elemento de puntuación(coma) que tiene sus dificultades(coma) sus pequeñas manías(coma) y algún que otro calcetín roto en su alcoba. No sé si te has fijado(coma) pero la coma(coma) con su discreto andar (como de ruido de zapatillas a cuadros)(coma) es sobre todo un salvavidas gratuito. Un punto como el que acabo de escribir cuesta muchos(coma) o al menos varios pensamientos [el punto es como el IRPF(coma) pero en escritura](coma) pero una coma(coma) caray(coma) es(coma) no sé(coma) es verte libre de compromisos(coma) porque una coma no cierra(coma) ni abre tampoco; una coma sólo hace más llevadero el texto(coma) como un caramelo en una sala de espera. Por buscar una comparación con pretensiones más sesudas(coma) las comas son como el perejil(coma) que en las pescaderías y carnicerías te regalan los tenderos amables(coma) sólo por comprar otra cosa. Desde entonces(coma) el perejil aporta unos minutos de color a vinagretas(coma) patatas guisadas(coma) y cosas por el estilo(coma) que sin él se volverían como postales del desierto de Arizona.

Pero lo que todos los profesores de literatura del planeta explican siempre sobre la coma es que es un sitio en el que hemos de pararnos(coma) tomar aire(coma) dejar que el texto emborrache nuestro cerebro por un instante(coma) que es siempre más corto que los demás instantes si lo que se lee agrada; o tomar aire para soportar otra andanada de palabras como hipotecas(coma) si el texto no lo hace. Y además de respiradero(coma) la coma es tragaluz(coma) que aporta color a lo que ilumina. Y todo esto es lo que ha motivado semejante exposición: en mi texto faltan tragaluces: llené el cuarto de bombillas(coma) pero todas acabaron por fundirse; entonces me compré una lámpara halógena(coma) pero no era el sol; quería ser el sol(coma) pero era sólo un pequeño ladrón de sombras. Así pues(coma) no volveré a escribir hasta que encuentre un tragaluz. No es un «volveré» al estilo de Terminator; es un: volveré y terminaré este pensamiento.

Hasta luego.

martes, 7 de octubre de 2008

Toda la mentira sobre el Colegio Mayor Peñafiel




Damas y caballeros: arrellánense un poco más en sus butacas de aéreo terciopelo. Que todos los miopes se quiten las gafas, y las presten por un momento a los de ojos sanos, a fin de que todos veamos torcido y borroso, lo que antes estaba nítido y claro, con sus aristas –y sus ángulos– perfectamente dibujados. Voy a contar la mentira más cierta de la historia, porque consta en la historia la verdad más falsa jamás contada. Ya conocen ustedes este mundo: la fuerza de gravedad son 9.8 Newton de sinestesia; de sinestesia sin anestesia.

Llegué una tarde de calor, con mi mula peluda y el alma desnuda «de asfalto y de bibliografía». Una maleta pequeña, de vagabundo, en la que al partir me cupieron sólo cuatro cosas: un «pa’ volar, volar. Y dejarse de andares/ Eso pa’ los aviones, que más que ruido no hacen», que me dio mi padre, metido en los bolsillos del aire; diecisiete atardeceres sobre el mar, en una cajita de arce; unos compases de Satie metidos sin intención en el diafragma; y en una pitillera acerada, la sonrisa de mi madre. Hoy me tuve que comprar una maleta más grande, porque vuelo a diario junto a mi padre, veo el mar en los ladrillos, charlo con Satie cuando muere la tarde, y cuando veo que nadie me mira, sonrío como mi madre. Viví tan mal como los Ángeles, y tan bien como los mártires. Viviré peor ayer, de lo que viví mañana. Viví, en definitiva, como me dio la gana. Puedo ser un hijo puta, pero mi madre es una santa; puedo ser un ciego egoísta, pero lo que doy… Lo que doy no me lo quita nadie.

Y aprendí: sobre todo aprendí. Aprendí que no soy sólo un DNI, a Dios gracias; que la libertad no tiene más misterio que ser libre. Que los puños sólo son algo que sostiene los codos; y que la frivolidad no es otra cosa que los domingos sin los lunes. Aprendí también que el hombre no se entiende estudiando el cáncer; que se pueden limpiar suelos con jirones del alma, con jirones de cielo, silenciosos: gracias. Que la culpa de la tormenta no la tiene el cielo: la tienen, si acaso, las nubes. Aprendí a tener pánico a amar con miedo, y a darme cuenta de que risa y llanto son en realidad una misma cosa. Y podría seguir contando, pero a partir de aquí son todo cosas buenas, que no merece la pena contar.

Y podrán ustedes decir: “muy bonito, pero seguro que no es oro todo lo que reluce”, y les doy la razón: el verdadero oro carece de brillo; eso, también lo aprendí en Peñafiel. No sé dónde estaré cuando vengan por mí, pero al que venga a buscarme le enseñaré orgulloso, como se enseña una condecoración, aquellos fugacísimos 94.608.000 segundos gastados entre aquellas paredes. Noventa y cuatro millones de segundos vividos de la mano de unos nombres y apellidos gigantes, surcando entre risas –entre muchas risas–, el océano infinito de mis pies en el suelo.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Y el cimiento era sólo ceniza


Han comenzado las clases, y de nuevo el despertador trae bajo el brazo las ancianas siete de la mañana. Inclemencia. Vuelvo a proponer ante el respetable un cambio en el reparto: "quisiera por un día cambiar mi papel por el de mi pijama, y que hoy sea él quien acuda al trabajo, quedándome yo, como él hace, todo el día bajo la almohada". Más inclemencia: con todo-nadie esperando en la puerta no hay manera.

La cazadora comienza a sacudirse las escamas de armario, pero será insoportable a la hora de volver a casa. El entretiempo es la tibieza "ex indumentis".

La calle me restrega por su cuerpo: hoy paso a formar parte de los que se dejan acariciar por ella porque tienen un sitio al que ir; hoy salgo a la calle y el reloj, tras tres meses, vuelve a condenarme con su ángulo recto: son las nueve del primer día, y ya llego tarde; ese ángulo recto que mira al frente, y para algunos supone objetivos claros, mañanas límpidas con fines que casi se tocan con los dedos. Yo sólo veo el momento siguiente, en que empieza a torcerse y torcerse como la corteza del árbol cuando se seca.

Ladrillo: esa es la definición más completa de mi lugar de trabajo. Al doctor se le escurre una tilde entre los dedos, justo en el momento en el que hace un aparte en sus modelos de perfección (en el plano, sólo en el plano), y concede un minuto a la ortografía. Vaya por Dios: nos ha vendido su doctora excelencia un bocadillo relleno de pan y en mi zurrón ya no hay sitio para otro de estos ejemplares.

Y, continuo, se aparece, como una publicidad agresiva, un pensamiento: hace cuatro días salí del mar; este sitio ya me ha secado la piel, y acabará por secarme los ojos, que ya me pican por la falta de sal. Y maldigo el día que me até a la cintura el camino, y maldigo las curvas de utilidad, y sólo me explico en lo que ellos llaman inútil.

Pero también tengo peros, y es curioso, porque son los peros los que me sostienen: me queda el burro que me trajo del mar; me quedan algunos compases de Satie; me quedas tú, y con eso se alivian los cardenales que en mi cintura ha hecho el camino.

Y me queda Robe Iniesta:

Se rompió la cadena
que ataba el reloj a las horas.
Se paró el aguacero,
ahora somos, flotando, dos gotas.
Agarrado un momento a la cola del viento
me siento mejor.
Me olvidé de poner en el suelo los pies,
y me siento mejor.
Volar, volar...

lunes, 15 de septiembre de 2008

Nietzsche


Los cuatro años de la niña, y aquellos ojazos capaces de tumbar un imperio entraron sigilosamente en la estancia. Al fondo, de espaldas a la puerta, el tío Fred se estrujaba la cabeza y se atusaba nerviosamente los frondosos bigotes, sentado en su escritorio. La visitante tocó repetidamente el antebrazo del filósofo

-Tío Fred
-¿Qué, vida mía?

miércoles, 13 de agosto de 2008

Crea...

Michi, o Micci para las amigas, me ha mandado algo que "necesito" publicar... Micci es uno de los pocos rumaníacos que saben que lo son. Allá va:

¿Alguna vez has tenido la sensación de que estás escribiendo algo que sólo tú puedes comprender en su completa profundidad? Yo no.
¿Qué tal? ¿Sigue Londres de pie? ¿Sigues oyendo las voces en tu cabeza? Esas que te dicen: Esta ciudad no tiene principio ni fin...este país no lo controlan los poderosos Voices in my head!!!!
Ponte auriculares para seguir leyendo: street spirit, the bends, radiohead...Concéntrate en el más profundo de los pensamientos que te pertenecen y ponte a escribir...puedes cambiar el mundo, está en tu mano...y en su prolongación. Coge un boli, respira, convoca a tu inteligencia. Proclama el estado de rebeldía, pon al frente a tu voluntad. Olvida lo que hasta ahora, durante toda tu vida has tenido como elemental. Olvida que no eres la primera persona en este mundo redondo que gira, olvida que no es hoy el primero de tus días. ¡Crea!
Hazlo sin preguntarte por nada más que cúal será la mejor opción para plasmar en el papel. Y ni siquiera...déjale a él que decida. A Tom. Que grite exactamente en el momento adecuado lo que necesites. Que te oriente en esta especie de oscuridad que es el talento. Solo él lo consigue.
Es el don de pocos. Un don muy preciado. Poder en tu mano. Está dominado. Poder observar e imaginar, recordar para magnificar. No importa qué, sino cómo. Lo insípido no depende de nada más que de quién lo prueba. Crea tu y sobre todo: Crea Usted. No existen colores ahí fuera sino talento que los proyecta.
Utiliza la música, el instrumento que quien nos crea, nos da para volar y alejarnos del mundo. La música distingue los momentos. Les da otra dimensión. Es como el amor. Ambos son capaces como nadie ni nada de hacer a los talentosos llegar a niveles de sensibilidad inalcanzables.
Crea!

jueves, 7 de agosto de 2008

¡Rumaníacos al poder!

En una conversación entre habitaciones, un amigo me reveló a palabra: rumaníacos; Aunque vosotros no lo veáis, mi ordenador acaba de marcar la palabra como incorrecta. En aquella circunstancia, los rumaníacos no eran más que los habitantes de Rumanía, lo cual me dejó pensativo. ¿Rumaníacos son los habitantes de Rumanía?: el destino no podía ser más cruel. No puede ser que un pueblo tan ilustre vaya enseñando al mundo hispano-parlante su gentilicio, como queriendo decir que uno de los mayores atractivos turísticos de Rumanía fuera su extraordinario sentido del humor. Así que me puse a pensar: Ru-manía, que se puede traducir como "adicción al ru". Pero el "ru" me sonó tan ludópata que lo deseché.

En Sudamérica, ruma se traduce como "montón de cosas puestas unas sobre otras". Este me gustó más. Si no he entendido mal, estas "cosas puestas unas sobre otras" lleva implícito un brillo de inutilidad, de nihilismo; son como esas cosas que guardamos en un cajón año tras año, como para que se las lleven los trasgos y dejen en su sitio lo que no quisiéramos que se llevasen: mini-primers, limusinas, botes de ketchup, etc. Y pensaba para mí, en un continuo festival de cachabazos a la trascendencia: el hiperconsumismo, el constructivismo, el café de las once, el partido de fútbol, ese continuo vivir para lo inerte que tantas veces nos ahoga, nos dirige de bruces contra el calificativo: somos todos una panda de rumaníacos, y quien pensó lo contrario construyó la destrucción.

A pesar de todo, así lo declaro: soy rumaníaco, porque la ruma compone la filosofía (lo siento: también soy inductivista), porque la ruma nos saca a bailar en cada segundo que muere, porque ella vacía cada segundo de su propia efervescencia y lo convierte en un delirio de eternidad que, si no somos capaces de trascender, se puede convertir en éter, en nada.

martes, 22 de julio de 2008

Elogio de la pluma


Necesito contarle un elogio a una pluma cansada de segunda mano que tiene la insana costumbre de olvidar que sueña. Los "plumistas" famosos han escrito sobre la importancia de la personalidad e intransferibilidad de la pluma, por mala que sea. Yo, eso me lo he saltado, y tengo guerra con ella.

La pluma es un instrumento formidable que ha sido capaz de llegar al final de las obras de Rousseau (con lo pesado que él era), que ha sabido callar ante las idioteces escritas por tontos y tantas (a las que tampoco excluyo del calificativo: la paridad, también para las idioteces), a lo largo de nuestra bella historia de amores famélicos en busca de aire. Es ventajoso poder olvidarse uno de la pluma, y disfrutar de su trazo sangrante; porque si algo hace la pluma en nuestras manos es desangrarse en cada palabra que escribimos, va dando todo lo que dentro trae guardado para que el escritor haga lo que le dé la gana; la pluma no mira el fin: ella deja hacer endecasílabos y tres cuartos de mortadela, el abajo firmante y la cantinela del Euríbor + 0,30%. 

"Da igual, no importa, yo me desangro y tú no lo anotas; tú pendiente y dependiente de la hipérbaton, de los finales de mes y del atún en aceite vegetal y en oferta; da igual, no importa, yo me desangro y tú no lo anotas...".

martes, 1 de julio de 2008

El Sol más cenital

La circunstancia motiva muchos ".exe" como este: lo siento, estoy de vacaciones. Vacaciones en el sur de Europa (África dirían algunos piel de nieve) riman demasiado con las famosas cuatro "eses": sea, sun, sex and sand, lo cual no deja de ser un espejo cóncavo para estos tiempos de números color sangre y días 31 con la nevera llena de hambre, en el sentido "primermundista" de la palabra. Los cartelones y la publicidad de esta temporada, no invitan sólo a disfrutar de la familia y los amigos mientras hacemos gala de una obesa cuenta corriente, fabulosa descripción de lo que de algunos, o de muchos de nosotros quieren las grandes compañías (lo siento, me sigue siendo difícil ver al currito de tres al cuarto detrás de tanta vida regalada). El tinto de verano que "por ahí" (que me perdonen los estadistas) se bebe, tiene el efecto sedante del vino en forma de calor urbano, y la gaseosa de unas deudas que suben su principal más rápido que el propio carbonato.




El modelo turístico de las cuatro eses ha encontrado (laus Deo!) una clara competencia en lo que se ha venido llamando "turismo de interior". La verdad es que la denominación nos puede inducir a pensar que el turismo de interior es para los cutres, los estrechos y los funcionetas ventanilleros a la mañana, Voltaires al amanecer de la tarde; o sea: ver pedruscos centenarios, bañarse en riachuelos de poca monta y dudosa higiene (como que en el mar fuese despreciable la basura que escupimos), olor a caca de vaca, caminatas por senderos que no llevan, aunque lo digan los carteles. Pero se me ocurre pensar si el turismo de interior se puede entender por otras vías. La palabra turismo nos lleva a darnos de bruces con la palabra tour, que según los diccionarios de francés y los realizadores del ciclismo significa algo así como "vuelta". Y si le unimos a la vuelta el interior, las vacaciones pueden consistir en darse un "voltio" por lo que bajo la piel cada uno lleve, aprovechando el parón profesional.

Dicen que muchos matrimonios (las parejas pueden ser de bueyes, canarios o altavoces) se rompen en vacaciones. Claro, si no practican el turismo de interior, las cuatro eses adormecen las neuronas y son una barrera a la empatía, la apertura y el progreso emocional. El turismo de interior no discute sobre mar o playa: al turismo de interior le basta con apagar el ruido. El turismo de interior no discute sobre cuánto dejar caer del bolsillo en caramelitos de cinco tenedores: el turismo de interior se conforma con dar más razones que nos hagan seguir con mayor empeño en la consecución de esos ideales que, de verdad no son una locura juvenil, que de verdad merecen la pena y "de verdad" son de verdad. Los cinco tenedores acaban en la cloaca, y un fin final deseable no queremos nos lleve a una de ellas ¿o sí?

lunes, 31 de marzo de 2008

Síndrome persecutorio (impulso autónomo-dependiente de mis enlaces)

Tenía una disposición habitual favorable a creer que el hecho de sentirse observado le importaba un carajo; es más, lo consideraba un torrente positivo de motivaciones a la hora de hacer las cosas. Pero aquel 27 de Noviembre de 1963, la disposición habitual favorable se fue debilitando en un estado febril que acabó por destruírla. Se sentía constantemente observado, perseguido por aquel extraño vestido de gris, e incapaz de librarse de aquellos ojos amenazadoramente familiares; mientras caminaba por la calle, en su porquería de curro en el Casino Rurale, cuando hacía la compra, o mientras observaba su colección de escarabajos peloteros. Toda su vida era para él parte de un reality que aquel entrometido estaba viviendo sin pagar un centavo a nadie, ni siquiera a su víctima.
Tomó la decisión de refugiarse de aquel individuo en los libros de la Biblioteca Municipal: hizo de extra en Crimen y Castigo, armó caballero a Don Quijote, participó en los estudios de psicoterapia de Viktor Frankl, fué el ama de llaves en Los despojos del Día, trazó la estrategia fascista de Mussolini en el libro de Payne, y se infiltró durante tres años en las filas de OpEspec, en concreto, en OE-5. Cuando salió del último libro de aquella biblioteca de aquel grano en la inmensidad castellana que era su pueblo, volvió a sentir la imperturbable presencia de aquel extraño en su vida. Como perro de presa apresado en una trampa para osos, corrió hacia el individuo mientras corrían espumarajos de ira por su mentón, y asestó a aquel pirado un golpe en la nariz con el tomo 32 de la Enciclopedia Espasa, que le hizo dar con la cara en el suelo, inconsciente.
Desde aquel día, decidió que nunca más huiría de sí mismo.

viernes, 21 de marzo de 2008

Oda a la prosa en prosa

Pensando y pensando (es un decir, puede ser poco saludable), mientras giraba la llave para entrar en mi casa, se me ocurrió que la segunda entrada de este blog podría versar sobre la prosa, como elemento literario poco valorado, y como el instrumento comunicativo más universal. Podríamos decir que la prosa es algo que nos rodea cada día, y quizá sea esa la razón por la que no solemos pensar lo que la prosa significa para nosotros, como no vamos por la calle pensando en el importante papel que los adoquines juegan en nuestras vidas y la importancia que tiene que estén bien puestos en un día de lluvia, en aras de una sequedad integral de nuestros zapatos, calcetines y pantalones. Digamos que los adoquines son como miles de réplicas en miniatura de Santa Bárbara, de quien se dice que sólo nos acordamos cuando hay tormenta. Personalmente, recomiendo a los fabricantes de souvenirs de Santa Bárbara que dejen de fabricar esas horripilancias de llaveros y miniaturas de saloncito de vieja solterona, y comercialicen adoquines a 6 euros cada uno; total, el guiri medio dedica un 43% de su tiempo a tragarse todas las patochadas que dicen los guías turísticos mientras se parten de risa tapando el micrófono del autobús, al ver como todos los viajeros asienten con inocencia, como quien escucha a un comercial de Thermomix; ¿qué les importaría dedicar un 2% de su tiempo a tratar de entender por qué en los puestos de souvenirs de Santa Bárbara, sólo venden ladrillos?.

Después de este devaneo sin sentido por el pequeño universo de los adoquines y los souvenirs (¿o en España se dice "suvenires"?) , me gustaría afrontar de nuevo el tema sobre el que empezamos a disertar. Porque la prosa nos acompaña y es tan necesaria que sin ella no seríamos capaces de entender el mundo; si bien es cierto que un mundo montado en verso sería extraordinario y genial, y estoy seguro de que se oirían más risas por la calle, al escuchar unos de otros las composiciones más futiles y estúpidas; las panaderías, charcuterías, y pienso que también las ferreterías arruinarían al club de la comedia, pues pedir medio kilo de salchichas, o diez metros de varilla roscada, en verso, tiene que ser un desparrame de hilaridad sin precedentes.

Pero volviendo al tema de la prosa, a la que yo mismo, por alabar estoy ignorando, hemos de darnos cuenta de que la prosa tiene un papel relevante casi en la integridad del universo de situaciones humanas: la declaración de los derechos humanos está en prosa, la letra pequeña de la hipoteca, también; Santo Tomás de Aquino escribió la Suma Teológica en prosa, y el departamento de marketing de Epilady compuso (así es, compuso) las instrucciones de este aparato también en prosa, a diferencia con Santo Tomás de que las instrucciones de la Epilady seguro que tenían más dibujos. Los profesores explican en prosa y no nos damos cuenta de que cada clase es un capítulo de un libro bastante gordo (lo de maravilloso, depende de la asignatura, y del profesor).

Para terminar quiero hacer un llamamiento a la Real Academia de la Lengua, para que supriman el significado de la palabra "prosaico", por suponer una indudable "etimofobia", o violencia de significado, en perjuicio de la prosa. Pues es la prosa quien construye, como diría D'Ors, "El amargo roce de los lunes y de los martes", es la prosa un personaje fundamental de nuestro cortometraje existencial, y es indispensable para hacer esa poesía encuadernada en gris, pero escrita en rojo que es nuestra vida.

jueves, 13 de marzo de 2008

Un comienzo gris...

Esta es mi primera entrada en este mi primer blog. Esta será la última entrada que verse sobre la primera cuestión que se afronta en una conversación con un desconocido, y que no es otra distinta del saludo. Dicho lo cual sólo me queda añadir una cosa por hoy: hola.
Nos vemos en la próxima inspiración.