martes, 1 de julio de 2008

El Sol más cenital

La circunstancia motiva muchos ".exe" como este: lo siento, estoy de vacaciones. Vacaciones en el sur de Europa (África dirían algunos piel de nieve) riman demasiado con las famosas cuatro "eses": sea, sun, sex and sand, lo cual no deja de ser un espejo cóncavo para estos tiempos de números color sangre y días 31 con la nevera llena de hambre, en el sentido "primermundista" de la palabra. Los cartelones y la publicidad de esta temporada, no invitan sólo a disfrutar de la familia y los amigos mientras hacemos gala de una obesa cuenta corriente, fabulosa descripción de lo que de algunos, o de muchos de nosotros quieren las grandes compañías (lo siento, me sigue siendo difícil ver al currito de tres al cuarto detrás de tanta vida regalada). El tinto de verano que "por ahí" (que me perdonen los estadistas) se bebe, tiene el efecto sedante del vino en forma de calor urbano, y la gaseosa de unas deudas que suben su principal más rápido que el propio carbonato.




El modelo turístico de las cuatro eses ha encontrado (laus Deo!) una clara competencia en lo que se ha venido llamando "turismo de interior". La verdad es que la denominación nos puede inducir a pensar que el turismo de interior es para los cutres, los estrechos y los funcionetas ventanilleros a la mañana, Voltaires al amanecer de la tarde; o sea: ver pedruscos centenarios, bañarse en riachuelos de poca monta y dudosa higiene (como que en el mar fuese despreciable la basura que escupimos), olor a caca de vaca, caminatas por senderos que no llevan, aunque lo digan los carteles. Pero se me ocurre pensar si el turismo de interior se puede entender por otras vías. La palabra turismo nos lleva a darnos de bruces con la palabra tour, que según los diccionarios de francés y los realizadores del ciclismo significa algo así como "vuelta". Y si le unimos a la vuelta el interior, las vacaciones pueden consistir en darse un "voltio" por lo que bajo la piel cada uno lleve, aprovechando el parón profesional.

Dicen que muchos matrimonios (las parejas pueden ser de bueyes, canarios o altavoces) se rompen en vacaciones. Claro, si no practican el turismo de interior, las cuatro eses adormecen las neuronas y son una barrera a la empatía, la apertura y el progreso emocional. El turismo de interior no discute sobre mar o playa: al turismo de interior le basta con apagar el ruido. El turismo de interior no discute sobre cuánto dejar caer del bolsillo en caramelitos de cinco tenedores: el turismo de interior se conforma con dar más razones que nos hagan seguir con mayor empeño en la consecución de esos ideales que, de verdad no son una locura juvenil, que de verdad merecen la pena y "de verdad" son de verdad. Los cinco tenedores acaban en la cloaca, y un fin final deseable no queremos nos lleve a una de ellas ¿o sí?

1 comentario:

Duyos dijo...

Lo siento, necesitaba una lente para mi verano nadando entre asfalto...