El modelo turístico de las cuatro eses ha encontrado (laus Deo!) una clara competencia en lo que se ha venido llamando "turismo de interior". La verdad es que la denominación nos puede inducir a pensar que el turismo de interior es para los cutres, los estrechos y los funcionetas ventanilleros a la mañana, Voltaires al amanecer de la tarde; o sea: ver pedruscos centenarios, bañarse en riachuelos de poca monta y dudosa higiene (como que en el mar fuese despreciable la basura que escupimos), olor a caca de vaca, caminatas por senderos que no llevan, aunque lo digan los carteles. Pero se me ocurre pensar si el turismo de interior se puede entender por otras vías. La palabra turismo nos lleva a darnos de bruces con la palabra tour, que según los diccionarios de francés y los realizadores del ciclismo significa algo así como "vuelta". Y si le unimos a la vuelta el interior, las vacaciones pueden consistir en darse un "voltio" por lo que bajo la piel cada uno lleve, aprovechando el parón profesional.
Dicen que muchos matrimonios (las parejas pueden ser de bueyes, canarios o altavoces) se rompen en vacaciones. Claro, si no practican el turismo de interior, las cuatro eses adormecen las neuronas y son una barrera a la empatía, la apertura y el progreso emocional. El turismo de interior no discute sobre mar o playa: al turismo de interior le basta con apagar el ruido. El turismo de interior no discute sobre cuánto dejar caer del bolsillo en caramelitos de cinco tenedores: el turismo de interior se conforma con dar más razones que nos hagan seguir con mayor empeño en la consecución de esos ideales que, de verdad no son una locura juvenil, que de verdad merecen la pena y "de verdad" son de verdad. Los cinco tenedores acaban en la cloaca, y un fin final deseable no queremos nos lleve a una de ellas ¿o sí?
1 comentario:
Lo siento, necesitaba una lente para mi verano nadando entre asfalto...
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